domingo, 29 de julio de 2007

A Javier y su Mesón El Blasón (Por Body)

Sandunguero y ocurrente, de mediana edad y con juvenil frescura aun; poca vegetación en su cabeza. Barbian que no entiende de tribulaciones, tenaz en su trabajo y socarrón ponderado con sus clientes, pues como decía Catón, amonesta privadamente al amigo y lo elogia en público, y no quiero que crea que lo estoy alabando para no parecer adulador, aunque la adulación, amigos, es familia de la amistad.
Rasgos someros de Francisco Javier de Santos; santos somos sus clientes que como sagrados fieles del Blasón, hacemos honor a su apellido a garrando borracheras divinas que decía Sta. Teresa, pues no se nos olvide que este mesón se construyó con los retazos de la iglesia de S. Adrián.
Nos tiznamos de vino y no dejamos de potar riveras, ruedas y riojas; todas antesala de los tablones que se representan en su interior.
Mesón de trapisonda que desde su cripta, catacumba o metro también degustamos cervezas, bebida trapense unida a esta bodega que fue del Señor cura antes de ser adquirida por Francisco Javier de Santos, el divino calvo, que nunca fue clérigo de misa y olla, sino más bien sanador de almas, que cuida, instruye y administra ricos caldos a sus muchos y leales que narran sus cuitas al afable mesonero.
Vamos pues de Romería al santuario del Blasón, que casi en sus quinientos años de nacimiento guardo cosechas excelsas, sin ser sometidas al albur de ningún consejo regulador y que sirvió de guarda a generaciones pasadas, amantes de los odres y las frascas de vino sin bautizar, proporcionando a sus visitadores ligero delirio místico.
Terco cuando te despides, ¡Otra ronda de mi parte! Y las rondas son a mayores habiendo visitado ya varios sagrarios en el Vía Crucis matinal, subiendo sus escaleras con el culebreo entre las piernas para acabar echando los Kiries.
Ya me voy, ya nos marchamos
De la tasca del divino
Porque allí nos abobamos
Con unos vasos de vino

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